La adolescencia es una etapa crucial en el desarrollo humano, caracterizada por cambios físicos, emocionales y sociales significativos. En este contexto, el ejercicio físico desempeña un papel fundamental para asegurar un crecimiento y desarrollo saludables. Sin embargo, el enfoque hacia el ejercicio puede variar drásticamente, oscilando entre la falta de actividad física y la imposición del ejercicio como obligación.
Desde hace algunos años, vivimos en la era del gimnasio: los discursos cotidianos y los digitales (de las redes sociales, principalmente) han erigido al gimnasio como la actividad física por excelencia. Este deporte cuenta con algunos siglos de historia y de importancia, y últimanente he podido ver cómo está en boca de la mayoría de los adolescentes, y de la mercadotecnia: ambos afirman que la solución para bajar de peso, es el gimnasio, la solución para ganar masa muscular es el gimnasio; el ejercicio de la época es el gimnasio.
De forma muy interesante, he podido identificar que esta nueva tendencia ha tenido dos consecuencias opuestas en los adolescentes: el sedentarismo y la afición al ejercicio. ¿Por qué sucede esto, y por qué es importante pensar en el trasfondo formativo y educativo?
Una consecuencia positiva es que hay más adolescentes activos, que se apropiado de esta tendencia para llevar una vida más sana y divertida, convirtiéndose en aficionados del gimnasio. Además de los impactos positivos que esto tiene en su salud física y emocional, creo que la consecuencia más interesante la encontramos si ahondamos en el primer aspecto (sedentarismo). Para hacerlo, me remitiré a algunos recuerdos de la infancia: cuando éramos pequeños, el ejercicio, por más dinámico o divertido que se intentara mostrar, al fin y al cabo, se encontraba impuesto por la educación; es decir, que desde que somos niños, aprendemos a verlo como una obligación. Y, aunque estoy completamente de acuerdo en que el ejercicio debería de implementarse a través de la educación, la perspectiva desde la que aprendemos a verlo tiene ciertas repercusiones emocionales, entre ellas asociar al ejercicio emociones como pereza, culpa, indiferencia, y similares, debido a que vamos concibiendo al ejercicio como castigo u obligación.
Esta es de las principales razones por la cual muchos adolescentes caen en el sedentarismo. Ligándola a la tendencia del gimnasio, sucede algo más: la limitación de la expresión de los cuerpos en términos de actividad física. Al erigir al gimnasio como la forma suprema, la más popular de actividad, otras formas de ejercicio se ven olvidadas o subestimadas, como la danza, la natación, caminar, correr, escalar, ciclismo, yoga, entre muchísimas otras más. Y, por tanto, si se omiten otras formas de ejercicio que no sea la más popular socialmente, no se abre un campo para explorar o aprender las otras formas de actividad física que existen.
Creo que no todos estamos obligados a tener que ejercitarnos en gimnasios si no es una actividad de nuestro agrado; en mi experiencia, he escuchado a mucha gente decir que el ambiente no les gusta, que es un ejercicio que les aburre o les intimida, que prefieren hacer actividades al aire libre, pero se obligan a ir al gimnasio porque creen que así debería de ser.
Un cambio que creo importante en los adolescentes es el mejorar su relación con el ejercicio a través de la educación: iniciar por el gozo para transitar a las metas físicas (si es que las tienen; la meta puede ser simplemente divertirse). En otras palabras, guiarlos a través del amplísimo repertorio de actividad físicas que existen para que exploren las que más resuenan con ellos; esta es una gran manera de motivar a los adolescentes a descubrirse a sí mismos, establecer límites, y mantener una vida saludable y divertida al mismo tiempo